jueves, 22 de mayo de 2008

Cualquier parecido con la realidad es verdadera concidencia

Querido Dios ¿Sabias que soy feliz de ser tu creación?
Sí, lo sé, te alegra escucharlo. Claro, ahora puedo decirlo, pero me llevo algún tiempo entender tu propósito en mi vida.
El principio no fue fácil. Era apenas un botoncito y ya sufría las inclemencias del tiempo; unas veces rocío y otras tormentas. Además, mi entorno no ayudaba. Mis vecinas, que no eran muy amables, parecían unirse todas para impedir mi crecimiento. Me decían tantos comentarios negativos que lograban aplastarme. ¿Recuerdas que muchas veces te pedí ser bonita y muy alta para ganar su respeto? Confieso que envidiaba su apariencia, tallos, altura, colores, todo parecía favorecerles.
Yo en cambio muy pequeña, con mi tallo tan delgado, hasta el sol parecía ensañarse conmigo. Un día hubo tal tormenta que mi intensa lucha por mantenerme firme fue vencida, dejándome tan débil que creí moriría. En esa condición suplique tu ayuda. Como estabas tan cerca me tomaste en tus brazos para que descansara. Cuando desperté tus ojos estaban mirándome con tal ternura que no pude evitar contemplarlos. Ese reflejo moradito suave que miraba en ellos… la forma… era tan sencilla y tan bella a la vez. Impresionada aún pregunté qué era ese sublime reflejo ¿Recuerdas? Tu respuesta cambio mi vida. Aun te escucho al oído diciendo:
“ Mientras me contemples, podrás en mi belleza reflejarte. Entre más sencilla, más belleza puedo darte. Nunca olvides que te amo, mi Amapolita morada”.