martes, 29 de diciembre de 2009

Tenía que decirlo

No puedo creer que me atreví a tanto, pero no podía callar, tenía que decirlo. 
Lo sé, ya era tarde, sólo diez minutos y acabaría el servicio.  Entré justo cuando el primer anciano de la iglesia de Northeast, el hermano Ramírez concluía su tema en el sermón del Culto Divino ese frío sábado 26 de diciembre. 
Era casi imposible pasar desapercibida, pero si vacilaba en entrar, es posible que ni el amén alcanzara. La puerta es como la de todas las iglesias, se abre de par en par, pero a escala en un cuarto de 7x10 mts., así que el ruido, más que delatarme provocaría tal irreverencia en las filas de atrás del santuario, primero porque era tarde y segundo porque los hermanos no me habían visto desde las últimas vacaciones, en verano. La capilla, que nos renta la hermana iglesia anglo a la cual estamos anexos, capta cada sonido que se generan dentro y fuera del edificio.
Sinceramente no lo pensé mucho y entré, así que traté de no distraer mucho a la congregación y sólo saludé a algunos observadores de las bancas de atrás. Me senté en la antepenúltima fila donde estaba mi amiga Denisse y su madre, a la que no le cabía la cara de sorprendida. 
Yo estaba más. Esos cinco minutos entre la conclusión y la oración final, fueron de rebobinar los hechos.  
Esa mañana estaba segura que no manejaría para ir al templo. Primero porque no estaba segura de como llegar, y segundo porque llevaba una semana manejando por primera vez en los Estados Unidos, así que tenía terror al freeway y que  mi poca experiencia causara una tragedia.
El fin de semana anterior había tenido una experiencia tan frustrante de adoración, que no quería que se repitiera; pero a diferencia del fin pasado, en este sí quería ir a la iglesia. 
Me desperté a las 6:30 am., pero como era muy temprano me obligué a dormirme otra vez; realmente no me esforcé mucho porque logré levantarme  a las 9:00 am. Eso si era tarde, muy tarde.  Tenía mucha flojera y en mi mente había una lucha entre esforzarme o no para ir  al culto. Hice algunas llamadas y no obtuve ningún resultado a favor de la adoración. 
A las 10:00 am me di por vencida. Tomé mi himnario y Bíblia para comenzar mi cultito en la cama. Comencé cantando, oré, abrí la Biblia y el vacío se comenzó a sentir. No otra vez, no podía estar pasando otra vez. Recordé que el Sábado no es mío y se aprovecha menos si lo paso en la cama. Veradaderamente fue una lucha, podía sentir dos fuerzas dentro y fuera de mí luchando por mi destino ese día.  Eran las 11:00 am; cerré la Biblia, me paré de la cama y esta historia continuará...

2 comentarios:

Meruchinas dijo...

Esto me fascina pra la compilación que te propuse, le entras con este? claro, completo, qué diceS?

blancookies dijo...

Sí, me gusta la idea porque falta la mejor parte, creo!